¿Por qué no lo vi venir?

 

En la era de la información (SILVER), tener acceso a más datos no es suficiente para conocer los procesos de los fenómenos que nos afectan y, por este motivo, no incrementa nuestra capacidad de hacer mejores predicciones.

Y esto es así por un razón muy simple: con el incremento de información aumenta exponencialmente el número de combinaciones de hipótesis posibles que deben contrastarse. Y, en la medida que todavía somos incapaces de procesar todos estos datos, es muy difícil distinguir las «señales» del «ruido».

Una de las «virtudes» del sesgo retrospectivo, del que les he hablado en diversas ocasiones, es que transforma el «ruido» del pasado en «señales» clarividentes que nos permiten «identificar» la secuencia de causas que explican «irrefutablemente» nuestro presente. Y, por ello, tenemos la poderosa ilusión de que nuestra capacidad de predicción es muy superior de lo que realmente es.

En relación a la crisis sanitaria derivada del COVID-19, en estos momentos, las «señales» se ven claras (hace unos meses era, sin duda, más difícil, incluso para la propia OMS).

Por poner un ejemplo (entre otros muchos), la reacción del Mobile World Congress en Barcelona ahora se ve (muy) acertada … hubiera convertido a la ciudad en un HUB de propagación planetaria (entonces, si lo recuerdan, se criticó por excesivamente prudente y alarmista).

El objeto de estas líneas no es atribuir/exonerar responsabilidades a terceros (ni lo pretendo ni tampoco me corresponde; además, mi opinión no deja de ser una gota en un océano).

De hecho, me gustaría tratar de personificar lo sucedido única y exclusivamente en mi persona.

 

Ni siquiera fui capaz de intuirlo…

Sobre esta cuestión llevo días preguntándome lo siguiente:

¿por qué no se me ocurrió anticipar un escenario de fuerza mayor absolutamente paralizante de la actividad productiva que desembocaría, entre otros efectos, en una avalancha de ERTE/ERE y paro masivo?

Debo admitirles que me sorprendo al haber sufrido una incapacidad predictiva tan acusada. Teniendo en cuenta el número de horas que invierto en tratar de analizar la realidad jurídico-laboral,

¿cómo es posible que no lo viera venir? Ni siquiera fui capaz de intuirlo …

No salgo de mi asombro …

No pretendo autoexculparme (¿soy, de algún modo responsable por mi ceguera…?), pero creo que la reflexión de GIGERENZER (93) que ahora les expongo puede ayudar a comprender cómo funciona la capacidad cognitiva (y, quizás, explicar mis limitaciones…).

La percepción retrospectiva es fácil; en cambio, la previsión (a futuro) es extremadamente compleja: “a posteriori, no hay dudas; sabemos lo que ha sucedido, y, si somos imaginativos, siempre podemos elaborar una explicación. En la previsión, no obstante, hemos de hacer frente a la incertidumbre”. Incluso, cuando se trata de los análisis de los expertos (por ejemplo, de bolsa), sus predicciones están sistemáticamente por debajo del nivel del azar.

De hecho (169), nuestra dificultad para predecir el futuro podría estar fundamentada en el hecho de que tendemos a articular estrategias que, al estar alimentadas retrospectivamente, se tornan complejas por exceso de información. De modo que no podamos identificar la parte de la información verdaderamente relevante de cara al futuro (esto es, la «señal»).

De modo que (KAHNEMAN, 268), tendemos a ver el mundo más ordenado, predecible y coherente de lo que realmente es:

“La ilusión de que uno ha entendido el pasado alimenta la ilusión de que puede predecir y controlar el futuro. Estas ilusiones son reconfortantes. Reducen la ansiedad que experimentaríamos si reconociéramos francamente las incertidumbres de la existencia. Todos tenemos necesidad del mensaje tranquilizador de que las acciones tienen consecuencias previsibles y de que el éxito recompensará la prudencia y el valor».

Y, a la luz de lo anterior, permítanme describirles el siguiente escenario totalmente ficticio:

Si en diciembre 2019, hubiera podido anticipar lo que ha acabado sucediendo y hubiera publicado una entrada/artículo al respecto, teniendo en cuenta la información disponible (como en el dibujo que preside esta entrada), cómo hubiera sido percibida, ¿como «señal» o como «ruido»?

En perspectiva, es claro que mi «pronóstico» (si lo hubiera hecho) habría sido absolutamente «certero» y, si hubiera sido percibido como «señal», quizás, hubiera permitido, al menos, tratar de preparar la brutal «embestida» que hemos sufrido (y que todavía nos mantiene en estado de shock).

Sin embargo,

¿cuántos otros pronósticos se hicieron entonces y no se han acabado cumpliendo (convirtiéndose, a posteriori, en «ruido»)?

¿Cuántos de ellos describieron un presente mucho peor del que estamos experimentando y, por suerte, no se han hecho realidad?

¿Y si el presente que sufrimos es el menos grave de todos los posibles?

No lo sabemos (ni lo podremos saber).

O, si lo prefieren, permítanme que les formule esta cuestión desde otro punto de vista. Aunque los matemáticos, quizás, puedan contradecirme, con la información que disponemos ahora,

¿a cuál de las pronósticos futuros que se están barajando hoy le atribuimos el valor de «señal»?

¿Lo apostarían todo a esta predicción y desestimarían el resto?

 

El efecto mariposa… y el azar

En paralelo a todo lo anterior, reparen que el «efecto mariposa» se ha manifestado en toda su potencialidad.

Si asumimos que el COVID-19 es un «riesgo de cola» y, por consiguiente, responde a un fenómeno altamente improbable y con capacidad de desestabilización sistémica, creo que no debemos subestimar la importancia del azar en todo lo sucedido:

¿qué hizo que se produjera el primer contagio?¿qué hubiera pasado si ese virus/animal/persona hubiera «hecho» otra cosa?

Y, si esto es así, si bien es cierto que cada estadio predeterminaba (o modo de legado) los escenarios futuros posibles (como si de un «árbol de decisión» se tratara), creo que tampoco podemos obviar el papel que el azar ha podido jugar en cada una de las sucesivas fases que se han dado hasta llegar hasta aquí. Especialmente en las primeras.

De ahí que la posibilidad de predicción en las fases más iniciales era (creo) más difícil (por no decir imposible). Y, cuando ya fue posible (y sin obviar que, quizás, se desatendieron las advertencias), ya era demasiado tarde (la no linealidad del fenómeno iba a hacer irremediablemente el resto).

Tengan en cuenta que no tenemos ningún inconveniente en actuar como si lo que vemos fuera todo lo que hay (y que KANHEMAN lo sintetiza con esta frase: «what you see is all there is» – WYSIATI – abreviatura de las iniciales).

Si lo recuerdan, hace unos meses (junio 2019) les hablé de los cisnes negros y les expuse el problema del pavo. Entonces, siguiendo la exposición de TALEB (2011, 87 y ss.), compartí algunas reflexiones que me gustaría volver a planteárselas:

¿cómo podemos conocer el futuro teniendo en cuenta nuestro conocimiento del pasado; o de forma más general, cómo podemos entender las propiedades de lo desconocido (infinito) basándonos en lo conocido (finito)?

Y, para ello, como una derivada de lo que el filósofo Bertrand RUSSELL denomina el «problema de la inducción» (o «problema del conocimiento inductivo»), y adaptando su ejemplo (referido a un pollo), si lo recuerdan, les rogaba que se imaginaran en la siguiente situación:

Ustedes son un pavo y sus cuidadores residentes en Estados Unidos les dan de comer cada día. A medida que pasan los días, y en base a su conocimiento pasado, su confianza en los humanos se incrementará progresivamente e, incluso, llegarán a creer que la regla general de la vida es que a uno lo alimenten (¡y además bien!), mirando por sus intereses.

No obstante, el día antes del Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day), al pavo (ustedes) le ocurrirá algo inesperado y dejarán de «gluglutear»… (describiendo lo que TALEB – 2011 – denomina como un Cisne Negro para el pavo).

Sin duda, el problema de la inducción (o el problema del pavo) vuelve a describir (y con toda crudeza) el poder de la regla WYSIATI o, dicho de otro modo, el hecho de que nuestro conocimiento se induzca a partir de datos pasados hace que seamos incapaces de predecir los grandes fenómenos disruptivos de nuestra vida (incluidas las fracturas históricas).

Y, al respecto, debo confesarles que esta reflexión me resulta profundamente frustrante, pues, todo indica que tampoco seremos capaces de anticipar cuándo volveremos a dejar de «gluglutear» de nuevo…

 

 

 

 

PD: En todo caso, permítanme compartir una última reflexión (ya expuesta en las redes sociales): aunque el confinamiento nos ha atrapado en el presente, es inevitable asomarnos al futuro y proyectar posibles escenarios. No obstante, sepan que nuestras predicciones se alimentan con la información poco fiable de la memoria.

Créanme, puede que el futuro mediato no sea tan negativo.

 


Bibliografía citada

  • GIGERENZER, G. (2018). Decisiones instintivas. Ariel.
  • KAHNEMAN, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Debolsillo.
  • SILVER, N. (2014). La señal y el ruido. Atalaya.
  • TALEB, N. N. (2011). El cisne negro. Paidós.

 

 

 

Finalmente, les recuerdo que en este enlace puede acceder a todas las entradas publicadas en relación al COVID-19 y en este a la síntesis cronológica de todos los RDLey aprobados.

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7 comentarios en “¿Por qué no lo vi venir?

  1. A mi juicio, dada la situación y la negativa que habia a dársele la merecida importancia hasta una semana antes, sumado a que nunca había a pasado esto, es imposible predecirlo con exactitud. Yo me lo vine a oler dos días as antes que fue cuando compré lectores nuevos y puse a punto dos ordenadores para que las dos chicas que trabajan conmigo lo hicieran desde casa via vpn

  2. Ignasi, le venero cuando trata vd. el derecho laboral, pero no me pasa lo mismo cuando intenta tratar la psicología.
    Resulta completamente incomprensible, por ser polite, que nuestros dirigentes tuvieran previsión CERO. Tan lejos está China, con la globalización? Tan lejos está Italia?. Completamente INEXCUSABLE, en mi opinión.
    En mi familia las mascarillas se compraron a mediados de enero y a primeros de febrero se hizo una gran compra. Y vimos claramente lo que venía. Y no nos tragamos «que esto era una gripe» y «que solo morían mayores», porque no había mas que informarse entrando en foros de China…
    A primeros de marzo y hastas aprox el día 10 grandes eventos multitudinarios se celebraban en toda España de los que algunos huíamos (no sólo el malido 8M sino, y por ejemplo en Valencia, mascletas diarias).
    Ayer falleció mi padre en Madrid por parada cardiorespiratoria. Solo y abandonado, sin ser tratado en un hospital.
    Creo que todo esto excede el ámbito laboral, para pasar a otra jurisdicción.
    Qué quiere que le diga…

  3. Gracias, reconforta en estos días duros comprobar como, entre tanto comentario y análisis de la efímera, pobre, alejada de la realidad y enredada en artificiales sutilezas, producción normativa, todavía algún jurídico (recordemos Cicerón, García de Enterría, Eduardo Rojo…) resulta ser un humanista que eleva su comentario a pensamiento. Gracias por el revelador y esperanzado comentario final.

  4. ¡Muy buenas reflexiones! Gracias por hacernos pensar 🙂
    Y, ya que anticipar es extremadamente difícil, pienso que debemos analizar el pasado y todas las señales y ruidos, no tanto para predecir si no para poder tener escenarios para reaccionar. No se si en la crisis actual había muchos planes B o C…

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