Las decisiones que tomamos a lo largo de la vida pueden ser vistas de forma arbórea, esto es, como si de un árbol de decisión se tratara.
En cada instante (consciente o inconscientemente) tomamos decisiones que, en forma de legado, predeterminan nuestro devenir futuro.
No sé si lo que les expondré a continuación tiene una relación directa con la situación de alarma sanitaria que estamos viviendo. Es probable, aunque no directamente o, mejor dicho, no exclusivamente.
En todo caso, debo confesarles que el confinamiento, en cierto modo, ha activado mi «holgazanería» y todo parece indicar que, con ella, también lo que se conoce como «red neural por defecto».
Según los estudios neurocientíficos (SMART, 75) en estos instantes de relajación (de no hacer nada, es decir, absorto mirando las musarañas), son mucho más productivos de lo que podría pensarse en un primer momento:
«se establece una red amplia e inmensa en el cerebro que empieza a enviar y recibir información entre las regiones que la constituyen (…). La red neural por defecto da sustento al autoconocimiento, los recuerdos autobiográficos, procesos sociales y emocionales, y también a la creatividad».
Pues bien, estando en este «estado de reposo», llevo días dándole vueltas a la influencia de la suerte en nuestras vidas y, en particular, en el éxito de cualquier empresa, proyecto o idea. Especialmente, porque tengo la impresión de que, hoy en día (derivado de la cultura del binomio esfuerzo/recompensa), es un pensamiento particularmente antiintuitivo.
Aunque no sé si estos días mi red neural por defecto se ha activado en exceso (… ?), espero que el resultado de mis «disquisiciones» les resulten oportunas e interesantes …
Nudos de decisión, cursos de acción y el azar
Como apunta RIVERA (96 y 97), el curso de nuestra vida implica los siguientes estadios,
- primero, hay «diversos cursos de acción mutuamente excluyentes en el tiempo, y llevar a cabo cualquiera de ellos entraña tener que sacrificar los demás»;
- segundo, al decidir ahora (cualquier cosa) estamos delimitando lo que podemos elegir después; y,
- tercero, el ahora es el resultado de haber «recorrido puntualmente toda la secuencia de nudos de decisión» que desembocan en el que nos encontramos en el presente.
Lo más interesante de todo ello es que, en ocasiones, los efectos de esas decisiones remotas (y algunas de ellas de carácter «micro» o insignificantes) no son visibles hasta mucho tiempo después (incluso décadas).
Si miran en su biografía, quizás, puedan plantearse alguna de las preguntas siguientes:
Cómo hubiera cambiado mi vida…, ¿si no hubiera entrado en ese bar? ¿si me hubiera callado/quejado ese día? ¿si hubiera ido a ese viaje? ¿si no hubiera tenido esa charla en el autobús? ¿si me hubiera quedado en la fiesta?
Y, así infinitamente…
Y, aunque pueda dar un poco de vértigo, reparen que, en cada «curso de acción» no tomado, un posible «yo» (una posible autobiografía distinta de la que está viviendo) fallece con él …
Retrospectivamente somos capaces de ver estos «nudos de decisión» vitales (aunque no siempre los recordemos), pero mientras nos encontramos en cada intersección, esto es, en el presente, somos absolutamente inconscientes de su impacto (o no podemos proyectar sus efectos en toda su plenitud).
Dada la irreflexibilidad de muchos de los «cursos de acción» que adoptamos en cada «nudo de decisión», es apasionante pensar que la suerte juega un papel absolutamente determinante en nuestra vida. ¿No creen?
Por ejemplo, el hecho de estar leyendo esto (como ya les expuse en la entrada: «Un poco de suerte…«) es ilustrativo de que, al menos hasta ahora, ha experimentado como mínimo una gran suerte «vital» (si lo recuerdan, lo califiqué como una especie de «chiripa cósmica»).
No obstante, el azar también está presente de forma generalizada en múltiples dimensiones de nuestra existencia: desde nuestro contenido genético y habilidades innatas, la familia que «nos ha tocado», el entorno en el que nos desarrollamos social, política y económicamente, el momento histórico que nos ha tocado vivir (GLADWELL, 144), etc.
Es obvio también que, en ocasiones, podemos decir que hemos sido víctimas de la ausencia absoluta de suerte.
Azar y éxito profesional
La suerte juega un papel determinante en nuestra progresión/éxito profesional. En este sentido, KAHNEMAN (22) afirma que
«la suerte desempeña un importante papel en toda historia en la que se consigue un éxito; casi siempre es fácil identificar un ligero cambio en la historia que habría convertido un notable logro en un resultado mediocre».
De hecho (234), entiende que
- Éxito = talento + suerte.
- Gran éxito = un poco más de talento + un cúmulo de suerte.
En los casos de éxito (en cualquier ámbito), víctimas de la ilusión derivada del sesgo retrospectivo, tendemos a identificar la secuencia causal que lo explica (la «fórmula secreta») y obviamos que la suerte era la respuesta más plausible.
De hecho, si las pretendidas causas fueran «infalibles» («certeras» en la producción del efecto final), debería ser relativamente sencillo replicar estas experiencias de éxito (empresariales, deportivas, académicas, etc.). ¿No creen?
En todo caso, tengan en cuenta que no estoy diciendo que el éxito no sea fruto del talento, el trabajo y empeño constante. Lo es. Absolutamente.
No obstante, no es suficiente. Especialmente, porque estas «particularidades» están presente en millones de casos (incluso con mayor intensidad) y, a pesar de ello, no han alcanzado el mismo resultado. Puede decirse, entonces, que (TALEB, 165) aquellos que han podido destacar se debe, principalmente, al hecho de que han sido «beneficiarios de una suerte desproporcionada en comparación con la de sus iguales».
Como dice TALEB (167)
«La tumba de los fracasados estará llena de personas que compartieron los siguientes rasgos: coraje, saber correr riesgos, optimismo, etc.; justo los mismos rasgos que identifican a la población de millonarios. Puede haber algunas diferencias en las destrezas, pero lo que realmente separa a unos de otros es, en su mayor parte, un único factor: la suerte. Pura suerte.»
De hecho (GLADWELL, 63), todos los fuera de serie son beneficiarios de una especie de oportunidad insólita. Las rachas de suerte no son excepcionales entre las personas de éxito. Es la norma.
En definitiva, reparen que el talento que muestran estas personas es menos exclusivo de lo que sus éxitos puedan darnos a entender (también está presente en más personas con menor suerte). Es casi como una muestra de supervivencia: sólo sobresalen los que no han decaído en el intento. E, incluso, siguiendo con RIVERA (211), cabe que nuestra aportación al éxito de una empresa en el que intervienen diversos actores, sea infinitesimal y que no sepamos reconocer nuestra aportación al resultado final e, incluso, que las consecuencias alcanzadas sean contrarias a las inicialmente deseadas.
El azar nos perturba
Sin embargo, el azar nos resulta particularmente perturbador, pues, es tal la incertidumbre que lleva implícito que nos resulta, de algún modo, inconcebible. Especialmente porque la suerte no es predecible.
De ahí que, sistemáticamente, (TALEB, 118) tratemos de identificar los patrones que han acabado convergiendo en el resultado final del éxito (una racionalización post hoc). Lo que (115 y ss), en un intento de dar sentido al mundo, da pie a lo que se conoce como «falacias narrativas».
Como apunta KAHNEMAN (261), sintetizando este planteamiento de TALEB,
«Las falacias narrativas surgen inevitablemente de nuestro continuo intento de dar sentido al mundo. Las historias explicativas que la gente halla convincentes son simples; son más concretas que abstractas; otorgan mayor significación al talento, a la estupidez y a las intenciones que al azar, y se centran en unos pocos acontecimientos llamativos que sucedieron más que en otras incontables cosas que no llegaron a suceder»
Tenemos (TALEB, 123 y 124) una tendencia innata a la simplificación. Es decir, a reducir la dimensionalidad de lo sucedido con el propósito de hallar una explicación (los patrones) y reducir la complejidad; y, al hacerlo, tenemos la falsa percepción de que el mundo es menos aleatorio de lo que realmente es.
Y esto nos lleva a pensar que el éxito sigue un curso predecible!
Especialmente porque, (KAHNEMAN, 263),
«como todas las decisiones críticas dieron buen resultado, el historial sugiere una presciencia casi perfecta, pero la mala suerte pudo haber trastocado alguno de los pasos que condujeron al éxito».
Y, un repaso de las biografías de cualquiera de los ejemplos de éxito académico, profesional o empresarial (especialmente, de los más espectaculares) permite constatar esta circunstancia en mayor o menor medida.
Una valoración final
Para concluir permítanme una última reflexión de carácter personal:
Teniendo en cuenta que la lectura en la Red (CARR, 163 y 136) se desarrolla en lo que se conoce como la «ecología de la interrupción», pues, al inducirnos a permanecer en un estado de multitarea mental constante, tiene unos elevados costes de conmutación, soy absolutamente consciente que si está leyendo estas líneas y, especialmente, si ha llegado hasta este último epígrafe se lo debo en gran medida al simple azar.
Y, sin duda, en términos más generales, el éxito (mayor o menor) que pueda atribuirse a este blog o a las tesis que expongo en él no escapan de esta reflexión.
Así pues (y mientras espero a que mi «red neural en reposo» se active de nuevo), lo mínimo que puedo hacer es estarle profundamente agradecido a usted y, obviamente, a la fortuna!
Bibliografía citada
- CARR, N. (2009), Superficiales, Taurus.
- GLADWELL, M. (2017). Outliers (Fuera de serie). Debolsillo.
- KAHNEMAN, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Debolsillo.
- RIVERA, J. A. (2000), El gobierno de la fortuna. Crítica.
- SMART, A. J. (2013). El arte y la ciencia no hacer nada. Clave intelectual.
- TALEB, N. N. (2011). El cisne negro. Paidós.
Finalmente, les recuerdo que en este enlace puede acceder a todas las entradas publicadas en relación al COVID-19 y en este a la síntesis cronológica de todos los RDLey aprobados.