El próximo 18 de noviembre participaré en el Congreso «La tecnología y la digitalización en las relaciones laborales: personas y competitividad«, que tendrá lugar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia, invitado por los compañeros y grandes amigos los Profesores Daniel Toscani y Fran Trujillo.
El título de mi ponencia es el siguiente: «Algoritmos, psicometría y derechos del yo inconsciente de la persona (o ‘neuroderechos’) en el ámbito socio-laboral«.
Aprovecho la oportunidad para agradecer la invitación y, en especial, la posibilidad de compartir cartel con ilustres, queridos y admirados miembros de la academia y de la abogacía.
Sin perjuicio de animarles a la lectura de este trabajo, permítanme que comparta con ustedes la introducción (esperando que de este modo les resulte sugerente hacerlo):
«El avance tecnológico está acelerándose de tal modo que está alcanzado cotas quiméricas. Entre otras innovaciones, la senda hacia la decodificación de los procesos mentales más profundos del ser humano parece que es un objetivo, en cierta medida, al alcance. Aunque todavía estamos lejos de observar lo que está detrás del “velo de la evolución”, el uso de big data y la estadística computacional están abriendo las puertas hacia estratos de nuestro cerebro hace unas décadas inimaginables.
Aunque debe advertirse que los escenarios transhumanistas de uso generalizado de lo que se conoce como “interfaces cerebro-ordenador” (“Brain-Computer Interfaces” – BCI) todavía quedan muy lejos. No obstante, por si no los conocen, deben saber que estos instrumentos (quizás, de forma todavía rudimentarias) ya permiten la comunicación directa y bidireccional entre el cerebro y un dispositivo y también tenemos a nuestro alcance objetos portátiles (“wearables”), de todo tipo, con capacidad para leer la actividad del sistema nervioso periférico al tocar la cabeza o el cuerpo de una persona. Aunque el uso de estos dispositivos es, hoy por hoy, testimonial (y, principalmente, terapéutico), el impulso de la ciencia y la industria es de tal entidad que se espera una expansión sin precedentes (en este sentido, lo que se conoce como “metaverso” o realidad virtual inmersiva podría ser una de estas manifestaciones privilegiadas). Pero al margen de este proceso (o en paralelo), lo cierto es que la estructura computacional ubicua y la recopilación y tratamiento de lo que se conoce como “excedente conductual” (incluidas las “migajas digitales”) ya permite el acceso a las intenciones, emociones y decisiones de las personas. Este fenómeno, que tampoco se ha desplegado en toda su potencialidad, muestra signos amenazantes, en tanto que atesora capacidad suficiente para aguijonear en el yo inconsciente de las personas e, incluso, perfilar su comportamiento.
Esta intromisión, tan inaudita como invasiva, sugiere la necesidad de articular mecanismos jurídicos para proteger a las personas. Y, aunque todo apunta a que la onda expansiva de este fenómeno afectará a la sociedad en su globalidad (es difícil pensar que algún ámbito quede libre de su impacto), el entorno profesional y del trabajo, dada la confluencia de fuerzas e intereses concurrentes, podría acabar siendo la “zona cero”.
El propósito de este trabajo es abordar esta problemática, distinguiendo, en su iter expositivo, dos estadios o etapas diferenciadas. En efecto, en primer lugar, se propondrá una descripción de la secuencia de factores que podrían explicar cómo se ha llegado al momento actual. Y, por este motivo, se partirá de algunas nociones básicas sobre el cableado mental que capitanea nuestro comportamiento. Especialmente porque la exteriorización de este universo introspectivo que nuestras acciones reflejan, paradójicamente, muestran una disociación nada desdeñable con el control consciente de la conducta. En efecto, los sesgos (y los consiguientes errores que precipitan) son patrones “típicamente” humanos. Y, como se apuntará, el acopio de numerosas evidencias sobre esta “racionalidad limitada” del homo sapiens (es decir, su carácter sistemático) ha alimentado una corriente de pensamiento (que se ha desarrollado en etapas y formas diferenciadas y) que sostiene que las personas necesitan ayuda heterónoma para alcanzar lo que verdaderamente desean (y que no son capaces de conseguir por sus propios medios). Y, todo parece indicar que la asistencia automatizada (pero no sólo) es, hoy por hoy, “la elegida” para complementarnos en todo aquello que no somos capaces de alcanzar. De ahí la creciente suplantación del juicio humano en la toma de ciertas decisiones por parte de las máquinas. La particularidad del momento es que, en este proceso (a priori pensado para mejorar nuestra calidad de vida), nuestro yo inconsciente podría ya estar siendo víctima de un pastoreo intolerable .
Esta exposición será el punto de partida de la segunda parte de este estudio anunciada. En concreto (y como también ya se ha apuntado), se valorará la necesidad de articular un escudo jurídico que (a modo de cortafuegos) sea capaz de repeler esta invasión. No obstante, la sutileza e imperceptibilidad de estos ataques y el poder que su control generaría describen una amenaza sin precedentes y, por este motivo, surge la necesidad de sondear si los instrumentos a nuestro alcance podrán contener con efectividad estos embistes, o bien, debemos pensar en otros. Y aunque se trata de una cuestión que se encuentra en pleno debate internacional, en este contexto podrían cobrar protagonismo lo que podrían calificarse como derechos del “yo inconsciente de las personas” (o, en su denominación más conocida – aunque a mi entender menos precisa -, “neuroderechos”). El estado de la ciencia al respecto, la exposición de las primeras propuestas planteadas y el tanteo prospectivo de su posible impacto en el ámbito socio-laboral culminará el análisis que este trabajo persigue.
A la luz de lo expuesto, es obvio que el objeto de este estudio se caracteriza por una provisionalidad e incertidumbre extremas. Muchos problemas hoy sólo podemos intuirlos y/o especular sobre ellos. De hecho, hasta que no se corporicen, seremos víctimas de una aguda ceguera que invariablemente se irá disipando a medida que el futuro devenga presente. Como ha sucedido con todas las revoluciones tecnológicas precedentes, el desconocimiento del curso definitivo que acabará tomando la técnica y los riesgos que llevará aparejados, nos enfrenta al reto de imaginar proactivamente y en el presente el marco normativo del futuro incierto. Desde este punto de vista, este trabajo tiene un propósito meramente exploratorio y, por ende, muy modesto, pues, a modo de “globo sonda”, sólo aspira a palpar los límites “imaginables” a nuestro alcance. En definitiva, les invito a un paseo tanteando la oscuridad.
¿Quieren acompañarme?»
Llegados a este punto y esperando que este fragmento les haya resultado suficientemente sugerente como para continuar con la lectura, vuelvo a facilitarles la ponencia: PDF.
Cualquier comentario, valoración, crítica y/o aportación será (de verdad) bienvenida, especialmente por el carácter exploratorio del ensayo que he compartido con ustedes (a la espera de la publicación definitiva del trabajo, todavía estoy a tiempo de mejorar y/o corregir lo escrito).
PD: estos días el blog celebra el octavo aniversario (¡cómo pasa el tiempo!). Una vez más, quiero aprovechar la ocasión para agradecerles el interés por el contenido de este espacio (en todo este tiempo, el blog acumula casi 5,5 millones de visitas y el número de suscriptores se está acercando a los 4.000! 🤩).
De verdad, muchas (muchas) gracias! 😊