El proceso de automatización en el que estamos inmersos no tiene parangón. A diferencia de otros procesos de transformación acaecidos en el pasado, la singularidad de este momento es que los ordenadores están asumiendo una dimensión que hace un tiempo se pensaba que estaba reservada a los seres humanos: el trabajo intelectual. Y, ciertamente, lo están asumiendo de forma exponencial.
El objeto de esta entrada es abordar el impacto que este proceso está teniendo en nuestras habilidades como seres humanos, pues, hay elementos para pensar que (si no somos especialmente cautos) podemos acabar experimentando, si me lo permiten, una «obsolescencia humana» o «atrofia cognitiva».
Y, ciertamente, parece que de nosotros depende que no suceda.