Seguramente han oído esta frase en diversas ocasiones: «la tecnología no es ni buena ni mala, todo depende del uso que se haga de ella».
Con la irrupción de la inteligencia artificial (IA), se ha convertido en una expresión manida.
El martillo o un cuchillo son los ejemplos que se acostumbran a añadir a continuación: no tienen un uso o finalidad predefinidos, ambos pueden utilizarse benévolamente o para infligir dolor o sufrimiento.
Luego, la IA disfruta de idéntico status.
No obstante, se trata de un tópico, cargado de imprecisión y, dado que en muchos casos es deliberada, también de intención.
La técnica no tiene un efecto neutro y, obviamente, la IA tampoco.
El propósito de esta entrada es desmontar este tópico.