El tiempo como dimensión del contrato de trabajo: últimas novedades interpretativas (Ponencia)

 

 

El tiempo es una dimensión especialmente compleja. Si la singularidad de la teoría del Big Bang es cierta (la radiación cósmica de fondo de mircoondas parece que lo confirma), esto significa que, al dar marcha atrás en el tiempo, el universo retroactivamente tuvo que ir empequeñeciéndose hasta ese mismo instante.

En este momento, es decir, en el instante inmediatamente anterior a la inflación cosmológica que provocó el Big Bang, el tiempo no existía como tal.

En efecto, en este estado inicial de carácter cuántico, el universo alcanzó un tamaño ridículamente minúsculo: una milmillonésima de billonésima de billonésima de centímetro. De algún modo, toda la materia del universo que hoy conocemos (con sus centenares de miles de millones de estrellas y los centenares de miles de millones de galaxias) estaba concentrada en este diminuto e invisible (al ojo humano) punto (a una densidad, temperatura y presión, literalmente, inconmensurables).

La cuestión es que esta reducción de la escala del universo era de tal magnitud y los campos gravitatorios tan intensos que provocó una deformación del tiempo; y fue tan drástica que éste se comportó como una dimensión del espacio. Es decir, en este universo primitivo había efectivamente cuatro dimensiones del espacio y ninguna del tiempo. Por lo tanto, al comportarse como una dirección más del espacio, literalmente, no tenía un comienzo.

No existía un tiempo como el que conocemos ahora. De hecho, es una constatación que no podemos experimentar (y, además, es inaprehensible), pero sí puede ser explicada matemáticamente.

Esto significa que el universo pudo no tener un inicio (y, por consiguiente, quizás tampoco un creador). Si el tiempo se comportó como el espacio, pudo permanecer en este estadio atemporal de forma (infinitamente) inmemorial (sin un antes ni tampoco un después).

Aunque es difícil de comprender en su completud (yo, al menos, no puedo), imaginarlo (sin duda) acongoja. ¿No creen?

A nadie se le escapa que las implicaciones anudadas a esta explicación científica del origen del universo son abisales y se ramifican a múltiples y heterogéneas facetas y concepciones religiosas, filosóficas y espirituales de millones de personas. Y es posible que no la compartan en absoluto.

Por suerte, el Derecho del Trabajo debe lidiar con una dimensión del tiempo en el contrato de trabajo un poco más liviana… Aunque, ciertamente, también muy controvertida (y, en ocasiones, tan críptica y/o ambivalente como la que caracteriza al mundo cuántico).

Así pues, el propósito de esta entrada es doble:

Por un lado, el mero placer de compartir con ustedes lo que creo que es una aproximación muy interesante (que raya lo inverosímil) a nuestro mundo lejano (y que, explican con maestría Stephen HAWKING y Leonard MLODINOW en su libro, El gran diseño).

Por otro lado, compartir la ponencia que impartí hace algunas semanas en el Foro Aranzadi de Las Palmas de Gran Canarias, con el título: «El tiempo como dimensión del contrato de trabajo: últimas novedades interpretativas«.

Espero que ambas aproximaciones pueda serles de algún interés.

 

 

 

 

 

 

 

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