Planificación del futuro, control y ansiedad

 

Están siendo unos días muy duros.

La ansiedad y la planificación, siguiendo la extraordinaria exposición de GILBERT (Tropezar con la felicidad, 34 y 35) son dos factores que están íntimamente ligados y, ambos, están estrechamente vinculados con el pensamiento del futuro.

La ansiedad se genera en las situaciones que anticipamos que algo malo va a ocurrir y, gracias a la imaginación, podemos planear la forma en que se desarrollarán nuestras acciones futuras.

Reparen que la planificación exige que nos “asomemos al futuro” y, de entre todas las posibilidades, la ansiedad es una de ellas cuando lo hacemos.

Desde el punto de vista fisiológico (GILBERT, 34 y 35), diversas evidencias muestran que el lóbulo frontal es la maquinaria cerebral fundamental que permite a los seres humanos proyectarse a sí mismos en el futuro.

Sin el lóbulo frontal (como le sucedió al famoso caso de Phineas CAGE), estaríamos atrapados en el presente. Esta reclusión en el espacio y el tiempo inmediatos, nos impediría imaginar el mañana y, por ello, permaneceríamos despreocupados por lo que nos pudiera deparar el más allá del momento presente.

Dicho de otro modo, el lóbulo frontal “capacita a los adultos humanos sanos para pensar en la existencia a largo plazo”, es una especie de “máquina del tiempo que nos permite abandonar el presente y experimentar el futuro antes de que ocurra”.

De hecho, como apunté en otra entrada, probablemente la cualidad que más nos distingue del resto de seres vivos es nuestra capacidad de imaginar “objetos y acontecimientos que no existen en el reino de la realidad, y esta habilidad es la que nos permite pensar en el futuro. Como dijo un filósofo, el cerebro humano es una ‘máquina de anticipación’ y ‘crear futuro’ es lo más importante que hace».

Y, pudiendo pensar en el pasado o el presente, de forma predominante, nos proyectamos hacia el futuro (de hecho, invertimos materialmente mucho más tiempo en ello). Y lo hacemos fundamentalmente por dos motivos: primero, porque nos provee placer; y, segundo, porque nos permite protegernos a través de la prevención.

Y centrándome en este segundo, pensar en el futuro nos permite adoptar medidas preventivas para evitar el dolor (GILBERT, 40 a 43). Y lo hacemos, no sólo porque también nos produce placer, sino porque, al simular el futuro, el cerebro trata de controlar las experiencias que va a tener y, por consiguiente, podemos hacer predicciones. De modo que, al anticiparnos, podemos tratar de “controlar” el futuro, identificando y proyectando las posibles alternativas y escogiendo los mejores destinos y evitando los peores.

Desde esta perspectiva, se comprende que el “poder de prever nos permite imaginar lo que todavía no ha ocurrido y, en consecuencia, ahorrarnos las lecciones más duras de la experiencia”.

De ahí que nos sintamos particularmente infelices, indefensos, desesperados y/o deprimidos si percibimos que perdemos esta capacidad de control.

Dado que, de momento, no parece posible que podamos desactivar temporalmente nuestro lóbulo frontal, al menos, creo que si somos capaces de «racionalizar» mínimamente los procesos de nuestro pensamiento, quizás, tengamos más opciones de sosegarnos.

Y, por favor, cuídense!

 

 

 


PD: los artistas están empleándose a fondo estos días en casa. El de esta entrada es el primero de la serie.

 

 

Finalmente, les recuerdo que en este enlace puede acceder a todas las entradas publicadas en relación al COVID-19 y en este a la síntesis cronológica de todos los RDLey aprobados.

 

 

 

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